"... todavía quedan más pistas por descubrir."

domingo, 16 de septiembre de 2012


LESIONES OCULARES TRAUMÁTICAS DE INTERÉS MÉDICO-LEGAL

Ciertos cuadros tienen un particular interés pericial, puesto que son frecuentes en oftalmología y a veces plantean no pocos problemas para su valoración.

  1. Miopías e hipertropías

Con relativa frecuencia se alegan aumentos de dioptrías en la refracción ocular de presunta etiología traumática. Una miopía prostraumática puede deberse a espasmos de la acomodación o también por una miosis transitoria; las hipermetropías son producidas por edemas retinianos. De cualquier forma, son alteraciones pasajeras y reversibles en el plazo de unas semanas.

  1. Traumatismos corneales

Un traumatismo que afecte a la córnea, al estroma corneal, dará una cicatriz
corneal o leucoma que, si es central, causará una merma de la agudeza visual hasta el punto de ser necesario un trasplante de córnea si se pretende subsanar un leucoma corneal denso.

Caso aparte es el problema de un ojo traumatizado que desarrolla un herpes
corneal. Si dicho herpes aparece dentro de las dos primeras semanas del traumatismo, se suele aceptar el traumatismo como desencadenante.

En el caso del herpes zóster postraumático se admiten como desencadenantes los traumatismos sobre la región de la zona si éste aparece dentro del mes siguiente al traumatismo. La secuela más usual son las neuralgias oculares y de la región afectada, que a veces son difíciles de mitigar.

  1. Catarata traumática

Se acepta como consecuencia traumática en traumatismos perforantes y cuerpos extraños que afecten a la lente, así como en contusiones directas que impliquen a la zónula provocando luxaciones o subluxaciones, aparte del anillo de Vossius (pigmentación debida al choque de la parte posterior del iris contra la cristaloides anterior) o un síndrome contusivo de polo anterior. De cualquier forma, en las cataratas traumáticas no se puede predecir el momento de su aparición, pues ésta es muy variable: desde la aparición inmediata –el mismo día– en los traumatismos perforantes, hasta la instauración lenta, a lo largo de varios meses, por una progresiva opacificación del cristalino en un cuadro contusito moderado al cabo de muchos meses. En las cataratas traumáticas postcontusión sin herida perforante o cuerpo extraño que afecte directamente al cristalino, hay que descartar una patología ocular no traumática como origen de dicha opacidad. Aquí es de gran ayuda el examen del otro ojo no afectado si el traumatismo es monocular, pues la presencia de una catarata u otra patología cristaliniana descartaría la etiología traumática.

  1. Glaucomas postraumáticos

Para establecer su etiología traumática hay que descartar un glaucoma como enfermedad propiamente dicha del ojo –que frecuentemente es bilateral– y disponer de antecedente clínico de un cuadro traumático con hemorragias en cámara anterior o recesión del ángulo, alteraciones del cristalino, etc. Al contrario, si el traumatismo ha sido de escasa cuantía, sin síndrome traumático de polo anterior, y además la presentación del glaucoma es tardía, no podremos achacar la génesis del glaucoma al traumatismo. Si la contusión ha sido de importancia y seguida de una hipertensión ocular precoz en un cuadro de hipema, afectación de la lente o recesión o cierre del ángulo írido-esclero-corneal, hay que aceptar un origen traumático del glaucoma.

  1. Desprendimientos de retina traumáticos

Se dan con frecuencia en traumatismos oculares perforantes, en contusiones directas del ojo que provoquen edema, hemorragias o desprendimientos posteriores de vítreo seguidos del desprendimiento de retina. Es decir, cuando se observa un cuadro traumático de polo posterior asociado la mayoría de las veces a un cuadro también de polo anterior. Pero los casos que entrañan mayor dificultad son las contusiones o traumatismos craneoencefálicos seguidos de desprendimiento de retina a las pocas semanas, ya que entonces es difícil dirimir si hay una relación causa-efecto entre el traumatismo y el desprendimiento: incluso en los casos más benignos de traumas –lo hemos visto en un caso de latigazo cervical leve– éste puede ser la causa del desprendimiento. En estos casos es importante interrogar al lesionado sobre la manera de presentación del desprendimiento (aparición de fosfenos, fotopsias, miodesopsias, moscas volantes), edad, defectos de refracción así como sobre la existencia de degeneraciones retinianas periféricas que puedan orientar el diagnóstico hacia una predisposición individual a sufrir un desprendimiento de retina, pues sin dicha predisposición es difícil que se produzca en ausencia de traumatismo perforante de polo posterior del globo ocular.

  1. Diplopias postraumáticas

Ya comentadas con anterioridad como consecuencia de los traumatismos craneoencefálicos que provoquen parálisis óculo-motoras. No se puede dar por definitiva una secuela de diplopia antes del año y medio posterior al trauma; pasado este tiempo podrá considerarse definitiva.

AGUDEZA VISUAL

Por último, todo lo anteriormente señalado y las lesiones oculares comentadas tendrán una repercusión funcional sobre el ojo, afectando a la agudeza visual.
A veces el médico forense tiene dificultades en hacerse una idea de cómo influye esto sobre el lesionado.  Siendo la agudeza visual la capacidad macular del ojo para captar detalles y discriminar como distintos dos puntos muy próximos entre sí, se puede establecer como normal el valor 1 o 10/10 (100 % de visión).

Agudezas visuales de 1 (10/10) a 0.7 o 2/3

Consideramos que no hay pérdida significativa de agudeza visual. Así, si tras un traumatismo el sujeto dice ver menos pero su agudeza visual es de 0.8, aunque antes del traumatismo su visión fuera perfecta, es decir 10/10, esta supuesta pérdida de un 10 o 20 % de visión no será valorable, pues en nada le impide desenvolverse con normalidad en su trabajo y actividad diarios.

Agudezas visuales de 0.5-1/2

En la práctica hay una visión del 90 % de capacidad, con buena aptitud para la lectura de lejos y de cerca.

Agudezas visuales de 0.5 a 0.2 (1/2 a 1/6)

No hay buena visión; un grado de visión 0.2 en ambos ojos conlleva una pérdida del 40 % aproximadamente de la capacidad visual. Índices menores, como un 0.1, entran ya dentro del concepto de ceguera, con pérdidas globales del 65 % de la capacidad visual, si bien un 0.1 (1/10), aunque con dificultades, permite al lesionado desplazarse y caminar por la calle.

Finalmente, otro aspecto a tener en cuenta es que cualitativamente no es igual una pérdida visual de 0.8 a 0.6 que una pérdida de un 0.3 a 0.1; aunque el intervalo sea de dos décimas en ambos casos, en el segundo la pérdida repercute de una forma más importante sobre la calidad de vida del paciente e incluso rozando el concepto legal de ceguera. A menor visión, pues, las pérdidas, por pequeñas que sean, deben valorarse más que en los casos de buena agudeza visual.

Bibliografía
Duke-Elder, S. System of Ophthalmology. Vol. XIV, par I. Henry Kimpton, London. 1972.
González García, J.A. «Consecuencias médico-legales en traumatología ocular». An. Soc. Ergof.
Esp. 4. 303-308. 1981.
Hugonnier, R.S. Estrabismos, heteroforías, parálisis oculomotrices. Toray-Masson. 1977.
Miller, S.J.H. Parsons Diseases of the Eye. 18 th Edition, Churchill Livingstone. 1991.

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