"... todavía quedan más pistas por descubrir."

martes, 24 de mayo de 2011

SÍNDROME DE ESTOCOLMO



Continuando con los temas de victimología he decidió incluir un tema controversial y sorprendente, que se presenta con una frecuencia superior a la que nos muestran las estadísticas y se da en muchos de los hogares guatemaltecos, lamentablemente no siempre es diagnosticado y por lo tanto existe mucho sub registro.

El síndrome de Estocolmo es una reacción en la cual la víctima de un secuestro o persona retenida contra su voluntad desarrolla una relación de complicidad con quien la ha secuestrado. En algunas ocasiones, estas personas pueden ayudar a sus captores a realizar sus fines y evadir a la policía.

El nombre deriva de un hecho real, sucedido en la ciudad de Estocolmo, Suecia. En 1973 se produjo un robo al banco Kreditbanken de dicha ciudad. Los delincuentes mantuvieron como rehenes durante 6 días a quienes se encontraban presentes en la institución bancaria. Cuatro personas (tres mujeres y un hombre) fueron tomadas como rehenes, pero una de las prisioneras se resistió al rescate y a testificar en contra de sus captores. Otras versiones indican que la mujer fue captada por un fotógrafo en el momento en que se besaba con uno de los delincuentes.

Causas

En la bibliografía consultada se mencionan como posibles causas:

• Tanto el rehén o la víctima como el autor del delito persiguen la meta de salir ilesos del incidente, por ello cooperan.
• Los rehenes tratan de protegerse, en un contexto de situaciones que les resultan incontrolables, por lo que tratan de cumplir los deseos de sus captores.
• Los delincuentes se presentan como benefactores ante los rehenes para evitar una escalada de los hechos. De aquí puede nacer una relación emocional de las víctimas por agradecimiento con los autores del delito.
• Con base en la historia de desarrollo personal, puede verse el acercamiento de las víctimas con los delincuentes, una reacción desarrollada durante la infancia.
• La pérdida total del control que sufre el rehén durante un secuestro es difícil de digerir. Se hace más soportable para la víctima convenciéndose a sí misma de que tiene algún sentido, y puede llevarla a identificarse con los motivos del autor del delito.

Situaciones

De acuerdo al psicólogo Nils Bejerot, el síndrome de Estocolmo es más común en personas que en algún momento de su vida han sido víctimas de abuso, como sucede en el caso de:

• Niños que sufren abuso.
• Rehenes.
• Miembros de sectas.
• Víctimas de incesto.
• Prisioneros de guerra.

Algunos casos famosos

Entre los más conocidos se encuentra el de Patricia Hearst, nieta del poderoso editor William Hearst, quien después de haber sido retenida por una organización terrorista (Ejército Simbiótico de Liberación), se unió a ellos varios meses después de haber sido liberada.

Fuera del contexto criminal, una forma en que este síndrome puede ocurrir es en el entrenamiento militar, en el cual este es una experiencia traumática con la meta de formar unidades militares, que seguirán siendo leales entre sí, aún en situaciones reales de peligro.

La lealtad a un abusador más poderoso es común entre las víctimas de abuso doméstico, maltratados y en el abusador de niños. En muchos casos las victimas eligen seguir siendo leales a su abusador, y eligen no dejarlo, incluso cuando se les ofrece un lugar seguro por parte de las autoridades encargadas. Este síndrome fue descrito como fenómeno de identificación psicológica con el abusador.

El síndrome de Estocolmo en el ambiente doméstico

Las cifras de violencia en contra de la mujer por parte del esposo o compañero sentimental van en aumento. Son muchos los sectores u organizaciones que han expuesto la gravedad del problema a través de presentaciones de datos sobre violencia en contra de la mujer. A pesar de los esfuerzos que se han realizado como la Ley contra el Femicidio, aún se siguen presentando casos y en ocasiones más violentos y macabros.

Lamentablemente muchas mujeres maltratadas guardan silencio y esto se convierte en un obstáculo para la búsqueda de soluciones. Entre los elementos que mantienen a la mujer en silencio sobre el maltrato que sufre se encuentran diversos procesos relacionados o generados por el miedo, la percepción de ausencia de vías de escape, carencia de recursos alternativos, sobre todo en el caso de mujeres con hijos.
Estas mujeres, que desarrollan actividades que hacen pensar que no se encuentran sometidas a dichos actos violentos y vejámenes pueden llegar a emprender con éxito iniciativas en varios ámbitos de sus vidas, parecen sin embargo incapaces de denunciar a sus agresores, con quienes siguen conviviendo, y mucho menos abandonar la relación.

Por otro lado, este tipo de mujeres, de perfil social independiente y aquellas otras de dependencia más ligada a un núcleo familiar de cualquier tipo, comparten la reacción de desarrollar un vínculo de afecto aún más fuerte con sus agresores, defendiendo sus razones, retirando denuncias policiales (en caso existan), o bien deteniendo procesos judiciales y declarar a favor de sus agresores antes de que sean condenados.

Algunos investigadores han intentando explicar el por qué de estos vínculos paradójicos entre la víctima y su agresor, y se fundamentan en acciones afectivas o emocionales que aparecen en el contexto del entorno traumático. El abuso crea y mantiene en la pareja una dinámica de dependencia debido a su efecto asimétrico sobre el equilibrio de poder, siendo el vínculo traumático producido por la alternancia de refuerzos y castigos.

Otra de las posibles explicaciones para dicho comportamiento paradójico consiste en las reacciones tipo Síndrome de Estocolmo en mujeres jóvenes que mantienen relaciones de noviazgo. Este modelo factorial mencionado por Graham, Rawlings, Latimer, Foliano, Thompson, Suttman, Farrington y Hacker en 1995, toma la forma de una escala de evaluación de 49 preguntas alrededor del núcleo que se caracteriza por distorsiones de tipo cognitivo. La teoría de Graham, como también se le conoce, puede ser válida para describir alguno de los procesos globales implicados en el síndrome, pero no proporciona una hipótesis teórica sobre la naturaleza del proceso traumático más allá de algunos de sus elementos constituyentes.

Durante el mes de julio del año 2000, en Valencia, España, se presentó una hipótesis bajo el título de “Featuring domestic Stockholm Syndrome a cognitive bond of protection in battered women” durante el congreso de la International Society for Research on Aggresion. En ella se trató de exponer una estructura secuencial de reacciones psicofisiológicas que generan en la mujer una variante del Síndrome de Estocolmo clásico.

El Síndrome de Estocolmo Doméstico, como le denominaremos a efectos de mejor comprensión y explicación, es descrito como un vínculo interpersonal de protección construido entre la víctima y el agresor, en el marco de un ambiente traumático y de restricción a través de la inducción en la víctima de un modelo mental. La victima sometida a maltrato desarrollaría este síndrome para proteger su propia integridad psicológica y así recuperar la normalidad fisiológica y conductual por decirlo de alguna manera.

Este proceso tendría cuatro fases: desencadenamiento, reorientación, afrontamiento y adaptación. Para explicar estas fases, imaginemos este ejemplo clásico: las primeras agresiones propinadas por el esposo romperían el espacio de seguridad que fue construido por la pareja durante la relación afectiva, donde la mujer había depositado su confianza en la pareja. Esta ruptura desencadenaría en la víctima un patrón de desorientación, es decir, pérdida de referentes, reacciones de estrés con tendencia a la cronicidad e incluso depresión. Durante la fase de reorientación, la mujer busca nuevos referentes de futuro y trata de efectuar un reordenamiento de sus esquemas cognitivos. La mujer se autoinculpa de la situación y entra en estado de resistencia pasiva y es así como llega una fase de afrontamiento, donde asume el modelo mental de su esposo y busca vías de protecci´pn de su integridad física y psicológica. En la última fase de adaptación, la mujer proyecta parta de la culpa al exterior, es decir, hacia otros y el Síndrome de Estocolmo Doméstico se consolida.

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