"... todavía quedan más pistas por descubrir."

lunes, 25 de abril de 2011

ANALISIS FORENSE DE LA MUERTE DE JESÚS



Como un especial en la celebración de la Resurrección de Jesús y para todos los visitantes que profesan la religión cristiana he decidido incluir este artículo, que no contradice ni pone en duda los preceptos religiosos, ni mucho menos tiene por objeto poner en tela de juicio la vida y obra de Jesús, al contrario, lo hago con la intención de que el lector comprenda la fisiopatología de un castigo inmerecido, pero que con su aplicación cambió el rumbo de la humanidad. Lo invito entonces a que regresemos más de dos mil años en la historia y tratemos de buscar, desde el punto de vista forense, la o las causas de la muerte de Jesús.

Actualmente, con base a los conocimientos aportados por la fisiopatología del paciente traumatizado, se pueden inferir los cambios fisiológicos padecidos por Jesús durante su pasión y muerte. Los relatos bíblicos de la crucifixión descritos a través de los Evangelios y la documentación científica al respecto, describen que Jesús padeció y sufrió el más cruel de los castigos.

Tanto los historiadores, médicos forenses y arqueólogos han investigado la ejecución de Jesús. Todos coinciden en que Él sufrió una de las más duras y dolorosas penas de muerte creadas por el hombre. Antes de comenzar, repasemos lo que la historia nos ha contado desde el punto de vista médico.

Oración en el Monte de los Olivos

Jesús tenía el peso del mundo sobre sus hombros. Antes de la crucifixión mostraba síntomas físicos relacionados con un intenso sufrimiento. La noche de su captura, los discípulos dijeron haber visto a Jesús en “agonía” sobre el Monte de los Olivos. No durmió en toda la noche, sino que parece haber estado sudando abundantemente. Tan grande era el sufrimiento, que había pequeños vasos sanguíneos que se rompían de sus glándulas sudoríparas y emitían gotas rojas lo suficientemente grandes como para caer al suelo (Lucas 22:44). Este síntoma se conoce como hematohidrosis. Jesús estaba físicamente agotado y estando en tales condiciones físicas fue como los soldados romanos lo torturaron.

Flagelación - La tortura de los azotes con látigos

La flagelación era un preliminar legal para toda ejecución romana. A la víctima le descubrían la parte superior del cuerpo, le sujetaban a un pilar poco elevado, con la espalda encorvada, a modo de descargar los golpes sobre ésta. El instrumento era un azote corto (flagrum o flagellum) con varias cuerdas o correas de cuero, a las cuales ataban pequeños fragmentos de hierro a varios intervalos.

Se sabe que los golpes infringidos por los soldados romanos eran muy sangrientos, dejando heridas por todo el cuerpo. Los romanos diseñaban sus látigos para cortar la carne de los cuerpos de las víctimas. Los golpes fueron concebidos para ser extremadamente dolorosos. También causaría una concentración de líquido alrededor de los pulmones. Además, una corona de espinas fue impuesta sobre el cuero cabelludo, la cual era capaz de irritar los nervios de la cabeza, causando dolor intenso y agudo a medida que las horas transcurrían.

En el estado de sufrimiento de Jesús, estos golpes eran suficientes para causarle la muerte. Su cuerpo estaba cortado y sangrando intensamente. Tras no haber recibido alimento durante varias horas, y después de haber perdido líquidos a causa de la hemorragia, Jesús estaba gravemente deshidratado. Esta brutal tortura pudo haberlo conducido a un lo que se conoce como shock hipovolémico. No bastó solo con los golpes, sino que también fue obligado a cargar la cruz de madera, sobre la cual moriría. Ahora bien, imagine usted el efecto de llevar en hombros semejante peso y encontrarse en tales condiciones físicas.

La crucifixión

El castigo de la cruz es de origen oriental. Fue recibido de los persas, asirios y caldeos, por los griegos, egipcios y romanos. Se modificó en varias formas durante el transcurso de los siglos. En un principio era un poste, luego se fijó en el remate de una horca (furca), de la que se suspendía al reo por el cuello. Después se adicionó un travesaño (patibulum), tomando un nuevo aspecto. Según la forma en que el travesaño se sujetara al poste, se originaron tres clases de cruces:

Decussata: conocida como cruz de San Andrés, tenía la forma de una X.
Commissata: algunos la conocen como cruz de San Antonio, se parece a una letra T.
Immisa: llamada también cruz latina, es la que todos conocemos.

Como era costumbre, se obligó a Jesús a cargar la cruz. La cruz pesaba entre 75 y 125 libras. Con agotamiento extremo y debilitado, debió caminar poco más de medio kilómetro para llegar al lugar del suplicio, conocido en arameo como Golgotha, equivalente a lo que en hebreo es gulgolet que significa “lugar de la calavera”; era una protuberancia rocosa, con cierta semejanza a un cráneo humano, hoy se llama calvario, por la traducción latina.

Con los brazos extendidos, pero no tensos, las muñecas eran clavadas entre el patíbulo. De esta forma, los clavos de un tamaño aproximado de 13 a 18 centímetros, eran probablemente puestos entre el radio y los metacarpianos o entre las dos hileras de huevos carpianos, ya sea cerca o a través del flexor retinaculum y los ligamentos intercarpales.

La posibilidad de una herida periósea fue grande, al igual que la lesión en vasos arteriales tributarios de la arteria radial o cubital. El clavo penetrado destruía el nervio sensorio motor o bien comprometía el nervio mediano, radial o cubital. La afectación de cualquiera de estos nervios produjo descargas de dolor intensas y el empalamiento de los ligamentos seguramente provocó fuertes contracciones en ambas manos.

Los pies eran fijados al frente del estipete por medio de un clavo de hierro a través del primer o segundo espacio intermetatarsiano. El nervio profundo peroneo y ramificaciones de los nervios medianos y laterales de la cara ventral del pie fueron afectados.

¿Se clavaron ambos pies con un solo clavo o se empleó un clavo para cada pie? Es una cuestión controversial. Es mucho más probable que cada uno de los pies haya sido fijado a la cruz con un clavo distinto.

No han faltado las personas que aseguran que los pies de Jesús no fueron clavados, sino simplemente sujetados a la cruz con cuerdas, sin embargo, tal hipótesis tiene sus contras, tanto por el testimonio de la tradición, que ve en Jesús el cumplimiento de las Escrituras: “han taladrado mis manos y mis pies” (Sal. 21), o en el Evangelio de San Lucas (Lc. 24, 39-40) “ved mis manos y mis pies; yo mismo soy; palpad y ved… Y dicho esto, les mostró las manos y los pies.”

El castigo de la crucifixión era impuesto también como una forma de demostración a la población en general sobre la forma en que podrían ser castigados si cometían alguna falta considerada grave. Colocar a una persona en la posición de crucifixión acelera considerablemente su muerte a causa de asfixia. Los brazos abiertos contraen los músculos accesorios de la respiración y disminuyen la elevación del diafragma, por lo que la persona fallece en cuestión de horas o días. Cuando se coloca un objeto para que sostenga los pies y de esta manera las rodillas sean flexionadas (como en el caso de Jesús), el período de agonía tarda aún más, por ello, cuando los soldados romanos deseaban que los crucificados fallecieran rápido, les fracturaban las piernas y de esta manera evitaban el sostén que les brindaba el trozo de madera u objeto y la gravedad se encargaba de hacer el resto del trabajo. De acuerdo a las Escrituras, a los dos ladrones crucificados junto a Jesús se les fracturó las piernas porque no habían muerto, sin embargo, Jesús murió en un lapso de tres a cuatro horas después de la crucifixión, por lo que no se le fracturaron las piernas, pero le fue atravesada una lanza en uno de los costados para confirmar su muerte.

El efecto torturador de la crucifixión podría resumirse en vértigo, calambres, sed, inanición, falta de sueño, fiebre, ansiedad, dolor intenso provocado por las heridas previas y provocadas por la crucifixión.

James Thompson cree que Jesús no murió por agotamiento, ni por los golpes o por las horas de crucifixión, sino que murió por agonía de la mente la cual le produjo el rompimiento del corazón. Su evidencia viene de lo que sucedió cuando el soldado romano atravesó el costado izquierdo de Cristo. La lanza liberó un chorro repentino de sangre y agua (Juan 19: 34). No tan solo prueba esto que Jesús ya estaba muerto cuando fue traspasado, sino que Thompson cree que ello también es una evidencia del rompimiento cardíaco. El renombrado fisiólogo Samuel Houghton cree que tan solo la combinación de crucifixión y ruptura del corazón podría producir este resultado.
Por lo común, los cadáveres eran dejados crucificados durante varios días o incluso semanas, hasta que eran devorados por aves de rapiña, sin embargo, en el caso de Jesús, los cadáveres fueron retirados porque era la víspera de la fiesta de Pascua y por tal razón, consideraron que no era adecuado mantener los cuerpos inertes a la vista de toda la población.

Fisiopatología de la muerte de Jesús

Varios factores pudieron contribuir a la muerte de Jesús. Es importante tener en cuenta que recibió gran cantidad de traumas y contusiones desde el momento de la flagelación hasta la crucifixión.

El efecto principal de la crucifixión, aparte del dolor intenso que presentaba en sus brazos y piernas, era la marcada interferencia con la respiración normal, particularmente en la exhalación. El peso del cuerpo, halado hacia abajo, con los brazos y hombros extendidos, tendría a fijar los músculos intercostales a un estado de inhalación y por consiguiente afectando la exhalación pasiva. De esta forma, la exhalación era primeramente diafragmática y la respiración muy leve. Esta forma de respiración no era suficiente y pronto produciría retención de CO2, es decir produciría hipercapnia.

Para poder respirar, Jesús tenía que apoyarse en sus pies, tratar de flexionar sus brazos y después dejarse desplomar para que la exhalación se produjera. Pero al dejarse desplomar le producía dolor en todo el cuerpo.

El desarrollo de contracturas musculares de tipo tetánico debido a la fatiga y la hipercapnia afectaron aún más la respiración. Una exhalación afecuada requería que se incorporara el cuerpo empujándolo hacia arriba con los pies y flexionando los codos, aductando los hombros. Esta maniobra colocaría el peso total del cuerpo en los tarsales y causaría dolor intenso. Más aún, la flexión de los codos causaría rotación en las muñecas en torno a los clavos de hierro y provocaría enorme dolor. El levantar el cuerpo laceraría la espalda. Como resultado de eso, cada esfuerzo de respiración se volvería agonizante y fatigante, eventualmente llevaría a la asfixia y finalmente a su fallecimiento.

Las piernas de los ladrones fueron quebradas, no así las de Jesús, que ya había muerto, pero uno de los soldados, para mayor seguridad le dio lo que llamaban el “golpe de gracia” y le atravesó el costado con una lanza. A causa de la herida se derramó gran cantidad de agua y sangre, por ello, los médicos han concluido que con la herida provocada por la lanza se atravezó el pericardio o bien le perforó el ventrículo derecho o tal vez Jesús presentó hemopericardio postraumático.

Se puede llegar a tres conclusiones sobre las causas clínicas por las que murió Jesús: por asfixia, insuficiencia cardiaca o infarto agudo al miocardio, aunque si se toma en cuenta una ficha completa, podrían ser diez las causas potenciales.

Este análisis puede resultar ilustrativo, pero nuevamente hago la aclaración, lo esencial no es saber cómo murió. Lo verdaderamente importante es saber para qué murió Jesús y partiendo de este punto, llevar esa pregunta a nuestra conciencia, aceptar y valorar que murió por mí, nominalmente por todos y cada uno de nosotros. Espero que el artículo haya sido de su agrado y que plasmen su comentario en el apartado respectivo. Felices pascuas de Resurrección a todos.

1 comentario:

  1. Que bonito artículo. Lo verdaderamente importante es que murió por nosotros y venció al mal perdonando nuestros pecados! es por eso que debemos ser mejores personas, amandonos los unos a los otros tal y como el quería, dejando atrás los malos pensamientos, el odio, el orgullo, el rencor, el egoísmo, la infidelidad, los malos tratos, la terrible violencia... sentimentos viles que solamente nos llevan a tristeza profunda del alma y que no nos dejan ser felices. Hay que tratar de vivir como el nos indicó, dar amor y no odio, hacer el amor y no la guerra.

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