"... todavía quedan más pistas por descubrir."

domingo, 20 de enero de 2013

FENOMENOS CADAVERICOS


FENOMENOS CADAVERICOS

Con este nombre y también con el de fenómenos abióticos se designan los cambios que se suceden en el cuerpo sin vida a partir del momento en que se extinguen los procesos bioquímicos vitales y va a sufrir pasivamente la acción de influencias ambientales.  Estos fenómenos son: el enfriamiento, la deshidratación, las livideces e hipostasis, la rigidez y el espasmo cadavéricos.

ENFRIAMIENTO CADAVERICO

El hombre es un animal homeotermo cuya temperatura corporal se mantiene constante gracias a un conjunto de procesos exotérmicos.  El cese de estos fenómenos dará al enfriamiento progresivo del cadáver (algor mortis).

En términos muy generales, el enfriamiento cadavérico trascurre de forma gradual, disminuyendo la temperatura de modo progresivo hasta igualarse con la del medio ambiente.  En cierto modo, este curso se ha comparado a lo que ocurre con un cuerpo metálico caliente cuando ya no recibe más calor.  Dicho de otro modo, el cadáver a partir del momento de la muerte se comportaría como una plancha eléctrica, una vez desconectada de la corriente.

Tal formulación, no es absolutamente exacta, al menos en los primeros momentos del proceso; en efecto, el calor corporal del cadáver suele conservarse durante un cierto tiempo después de la muerte y aun aumentar en ciertas circunstancias.

  1. Período de equilibrio térmico: en ciertos casos, la curva de enfriamiento muestra una meseta inicial, en la cual se mantiene en equilibrio la temperatura que tenía el cadáver al momento de la muerte.
  2. Hipertermia post mortem: este fenómeno se produce en las siguientes circunstancias: cuando se ha perturbado hondamente antes de la muerte la regulación térmica, como en los casos de insolación y en algunos trastornos neurológicos; cuando ha habido en los músculos un aumento extraordinario en la producción de calor, especialmente en las muertes por convulsiones (tétanos, intoxicación estrícnica) o cuando ha habido una excesiva actividad bacteriana, como en los estados sépticos, cólera, etc.

De estos hechos se ha pensado que las fuentes de calor en esta hipertermia post mortal serían: la persistencia de reacciones vitales, los fenómenos bioquímicos que dan origen a la rigidez o reacciones fermentativas bacterianas.

La hipertermia post mortem puede continuar a una subida de temperatura iniciada en la agonía.  En cualquier caso, no se mantiene más de dos horas, alcanzando su punto máximo hacia los 45 minutos después de la muerte.

Evolución del proceso

El enfriamiento se inicia por los pies, manos y cara, que están fríos a las dos horas después de la muerte.  Se extiende luego a las extremidades, pecho y dorso.  Finalmente se enfrían vientre, axilas y cuello.  Los órganos abdominales profundos conservan el calor por mucho tiempo, incluso por 24 horas.

El enfriamiento al tacto sería completo de las 8 a las 17 horas; más a menudos de 10 a 12 horas después de la muerte.  Si la comprobación se hace mediante el termómetro no se establece totalmente hasta las 24 horas.

Considerando una región o zona en particular, el enfriamiento sigue una zona exponencial, obedeciendo a la ley de enfriamiento de Newton.  Pero el gran número de circunstancias extrínsecas e intrínsecas al cadáver que influyen en su evolución  impiden que pueda darse una definición física y matemática válida.

En efecto, la observación y la experiencia han permitido comprobar que la marcha del enfriamiento está condicionada por diversos factores:

  1. Causa de la muerte: las enfermedades crónicas y las hemorragias dan lugar a un rápido enfriamiento.  Lo mismo sucede en las intoxicaciones por fósforo, arsénico y alcohol, las muertes por frío y las grandes quemaduras.  En cambio, el calor dura más tiempo en las enfermedades agudas, apoplejía, insolación, golpe de calor, sofocación.  Lo mismo sucede en las intoxicaciones por venenos convulsivantes como la estricnina y nicotina. 
  2. Factores individuales: también influyen en la curva de enfriamiento las características individuales como edad, estatura, estado nutricional (desarrollo de tejido adiposo), peso, etc., factores que condicionan la extensión de la superficie corporal, capacidad calorífica, y aun la capacidad específica de la conducción calórica.  Por esta razón se enfrían más rápidamente los cadáveres de los fetos, recién nacidos y niños que los adultos.  Entre estos es más rápido el enfriamiento de los individuos caquécticos que en los sujetos bien alimentados y pletóricos.  A este respecto, las investigaciones demuestran que el factor fundamental es la circunferencia del cadáver, dependiendo la rapidez del enfriamiento del diámetro corporal, con independencia del espesor del panículo adiposo.  También parece influir en el enfriamiento el estado digestivo en que sorprende la muerte, el enfriamiento sería más rápido si ésta ha tenido lugar estando el sujeto en ayunas.
  3. Factores ambientales: la influencia que el medio ambiente ejerce en la marcha del enfriamiento está en íntima dependencia con el mecanismo físico de la pérdida de calor corporal, con sus cuatro componentes: irradiación, conducción, convección y evaporación.  El cadáver, que en un cierto sentido se ha se hecho un organismo poiquilotermo, sigue las fluctuaciones de temperatura del ambiente; esto es, se enfría más rápidamente cuanto más baja sea la temperatura ambiental y mayores, la humedad y la ventilación.  Ahora bien, no debe olvidarse que estos factores pueden resultar modificados o compensados por la protección que frente a los mismos representen los vestidos, al estar oculto el cadáver entre paja o heno, encerrado en espacios estrechos, etc.

Consecuencia de la posible acción de los diversos factores descritos es que el tiempo necesario para el enfriamiento del cadáver varía muchísimo y que deben examinarse, en cada caso, las circunstancias que concurren en él.  No obstante, como regla general, puede afirmarse que el tiempo que tarda el cadáver en igualar su temperatura con la del medio ambiente depende más de la diferencia entre la temperatura corporal en el momento de la muerte y la temperatura ambiental que de los valores absolutos de ambas temperaturas. 

Según investigaciones, la curva de dispersión térmica viene caracterizada por un período de 3 a 4 horas en el que la temperatura corporal disminuye en no más de medio grado a la hora; por un segundo período, que comprende las 6 a 10 horas sucesivas, en el que la dispersión térmica es de alrededor de un grado por hora, finalmente por un tercer período en el que la temperatura disminuye en ¾, ½ o ¼ de grado por hora, hasta nivelarse con la temperatura del ambiente.

Debe recordarse que se trata de cifras simplemente orientadoras, susceptibles de notables variaciones en relación con los factores extrínsecos mencionados, capaces de acelerar o retardar el enfriamiento cadavérico.  Pero no se han podido calcular, para tales factores, coeficientes de aumento o disminución utilizables en una ecuación tendientes a establecer sobre una base matemática las relaciones que existen entre la temperatura cadavérica y la data de la muerte.

Importancia médico legal

El enfriamiento cadavérico posee dos aplicaciones prácticas de gran interés médico legal, siendo ellas:

  1. El diagnóstico de la muerte: una temperatura de 20º C se considera incompatible con el mantenimiento de la vida, y por lo tanto, como signo de muerte cierta.  Esta afirmación debe ser tomada con reserva cuando se trata de sujetos recuperados de medios ambientes a muy bajas temperaturas, que han tenido un síndrome de congelación.  Salvo esta posibilidad, el descenso de la temperatura de un cuerpo hasta la temperatura mencionada equivale a un diagnóstico de muerte real; la temperatura se tomará en las cavidades rectal o vaginal.
  2. La data de la muerte: la termometría puede ser muy útil en el cronotanatodiagnóstico.

DESHIDRATACIÓN CADAVÉRICA

Condiciones ambientales externas caracterizadas por elevadas temperaturas y fuerte ventilación dan lugar a la evaporación de los líquidos cadavéricos; condiciones menos extremas producirían también un cierto grado de deshidratación cadavérica.  Este proceso puede traducirse en fenómenos generales (pérdida de peso) y en fenómenos locales (apergaminamiento cutáneo, desecación de mucosas y fenómenos oculares).

Pérdida de peso

Se trata de un fenómeno constante, aunque muy variable en su intensidad, según las influencias exteriores.  Como la pérdida de peso del cadáver es relativamente escasa, sólo resulta apreciable en el recién nacido y en el niño de corta edad, en los que la disminución ponderal viene a ser de unos 8 gramos/ kilo de peso al día como valor promedio.  La pérdida más acusada es en los primeros días, sobre todo en las primeras 24 horas en que llega a los 18 gramos/kilo de peso.  Esta disminución puede ser origen de errores en la determinación de la época de gestación en los fetos a término. 

En los adultos, la disminución de peso es intrascendente.  Solo en casos extremos, persistiendo el proceso algún tiempo hasta llegar a la momificación del cadáver, se llegan a producir descensos ponderales de consideración.

Apergaminamiento cutáneo

La capa córnea epidérmica representa un escudo protector de la piel, a la que aísla de las influencias ambientales. 

Si esta capa ha desaparecido, como sucede en las excoriaciones, la piel de la zona correspondiente sufre un proceso de desecación especial, que recibe el nombre de apergaminamiento.  Este proceso se traduce por la formación de una placa amarillenta, seca, dura, espesa con consistencia y aspecto como pergamino, cuya superficie está recorrida por arborizaciones vasculares de tinte más oscuro.

El apergaminamiento tiene lugar también en aquellas zonas cuya piel es más fina normalmente, tal como el escroto.  Puede comprobarse artificialmente (constituyendo uno de los signos de muerte cierta) comprimiendo la piel con una pinza de forcipresión, que expulsa los líquidos orgánicos, dando lugar a un apergaminamiento característico de formación rápida.

Desecación de las mucosas

Este fenómeno equivale al anterior, se produce sobre todo en los labios  (preferentemente en los niños recién nacidos), donde se origina un ribete pardo rojizo o pardo negro que ocupa su zona más externa; también puede producirse en la zona de transición cutáneo-mucosa de la vulva en niñas de corta edad.

Debe evitarse el confundir este fenómeno normal con lesiones por compresión, tocamientos impúdicos o escarificaciones cáusticas.

Fenómenos oculares

La desecación a nivel de ojo, es origen de unos fenómenos muy llamativos, cuyo conocimiento procede de los autores clásicos.  Son los siguientes:

Pérdida de la transparencia de la córnea, con formación de una telilla albuminosa

Es un fenómeno relativamente precoz, pero con diferencias cronológicas según que el cadáver haya permanecido con los ojos abiertos o cerrados.  En el primer caso, la córnea aparece ya turbia a los 45 minutos de la muerte; en el segundo, a las 24 horas.  La telilla albuminosa está formada por restos de epitelio corneal desprendido y reblandecido y también por materias albuminoideas trasudadas y granos de polvo.

Mancha esclerótica de Sommer-Larcher

Se inicia poco tiempo después de la muerte, en forma de una simple mancha negra, de contornos mal limitados, que se va extendiendo después hasta adquirir una forma redondeada u oval, más raramente triangular, con la base dirigida hacia la córnea.  La mancha negra aparece primero en el lado externo del globo ocular, surgiendo después otra del mismo color y aspecto en el lado interno.  Ambas manchas, externa e interna, tienen tendencia a extenderse transversalmente, con lo que a veces llegan a unirse, formando un segmento de elipse de convexidad inferior.  La mancha negra esclerótica no es de una constancia absoluta, depende de que el cadáver haya permanecido con los ojos abiertos y cuánto tiempo.  Procede del desecamiento de la esclerótica, que se adelgaza y vuelve transparente, con lo que a su través puede observarse el pigmento de la coroides.

Hundimiento del globo ocular

A consecuencia de la evaporación de los líquidos intraoculares, el ojo del cadáver llega a ponerse flojo y blando, lo que en último extremo provoca un hundimiento de la esfera ocular, que puede seguirse en los primeros momentos con la ayuda de un tonómetro, con lo que se hace cuantitativo el fenómeno.  Este es de gran constancia, pero también está condicionado en su progresión cronológica a que el cadáver haya permanecido con los ojos abiertos o cerrados.

LIVIDECES CADAVÉRICAS

Con el cese de la actividad cardiaca se inicia, mediante una contracción vascular que progresa desde el ventrículo izquierdo hacia la periferia, un amplio desplazamiento de la masa sanguínea que vacía las arterias y que es origen de una hiperrepleción de las venas.  A partir de este momento, la sangre queda sometida, de modo exclusivo, a la influencia de la gravedad, por lo que tiende a ir ocupando las partes declives del organismo, cuyos capilares distiende, produciendo en la superficie cutánea manchas de color rojo violáceo con el nombre de livideces cadavéricas (livor mortis).

Las livideces cadavéricas constituyen un fenómeno constante, que no falta ni aún en la muerte por hemorragia, si esta no ha sido tan abundante como para producir una verdadera exanguinación.  En algunas ocasiones se ha observado que su formación se inicia en la agonía; sin embargo, lo ordinario es que comiencen a formarse poco después de la muerte, aumentando paulatinamente de color y de extensión.

El color de las livideces, es rojo violáceo, variando entre límites muy amplios desde el rojo claro al azul oscuro.  Estas variantes de coloración dependen del color de la sangre en el momento de la muerte, por lo tanto, en la intoxicación oxicarbónica y en la cianurada, tienen un color sonrosado, mientras que en la intoxicación por venenos metahemoglobinizantes presentan un color achocolatado.  En las asfixias, las livideces son de un color rojo oscuro, excepto en la sumersión, en que tienen una tonalidad rojo claro.  Son también más claras en los individuos que han tenido pérdidas sanguíneas antes de la muerte.

La intensidad de las livideces depende de la fluidez del líquido sanguíneo; es por consiguiente, mayor en las asfixias, porque la sangre no se congela con rapidez, y menos marcada en la muerte por hemorragia o anemia, debido a la reducida cantidad de sangre y de pigmento sanguíneo.  Por la misma razón es menos acusada en los casos de neumonía lobular y otras enfermedades en las que la coagulación se acelera.

La distribución de las livideces depende de la posición del cadáver.  Si éste se halla boca arriba, que es el caso más ordinario, se forman las manchas en toda la superficie dorsal, con excepción de las partes sometidas a presión, pues el obstáculo que esta ejerce impide a los capilares llenarse; por lo tanto, en este decúbito supino se advierten superficies no coloreadas en las regiones escapulares, nalgas, cara posterior de los muslos, pantorrillas y talones.  Si el cadáver se halla en decúbito prono, las livideces asientan en el plano anterior del cuerpo, con la misma salvedad relativa a los puntos de apoyo.  Lo mismo puede decirse para cualquier otra posición del cadáver.

Por consiguiente, y como regla general, las livideces se localizan en las regiones declives del cuerpo, indicando así la posición en que ha permanecido el cadáver.  Las livideces no se manifiestan en los sitios oprimidos por las prendas de ropa, o sus arrugas y dobleces, como el cuello, cintura, a nivel donde han estado ligas u otras prendas ceñidas.  Deberá en todo caso, evitarse el confundir dichas zonas de palidez con las señales de constricción del cuello o a las debidas a golpes.

Como consecuencia de todo ello, el aspecto de las livideces es sumamente abigarrado.  Toda la superficie declive aparece de color rojo violáceo, entrecortado e interrumpido por rayas, zonas redondeadas e irregulares, espacios mayores o menores, de una palidez cérea.  Los contornos de las livideces suelen ofrecer límites bien definidos, pero son muy irregulares en cuanto a forma y tamaño.

Variedades de las livideces

Además de las livideces en placas, también se encuentra la púrpura hipostática, constituida por un punteado parecido a la escarlatina.  Se produce porque la hipostásis cadavérica puede romper los vasos, aumentado la presión, sobre todo si lo capilares sufren degeneración grasa como en la intoxicación fosforada o alcohólica y en las septicemias. 

Se denominan livideces paradójicas las que se forman en las regiones no declives.  Presentan la forma de manchas, acompañadas no raramente por petequias hemorrágicas, lo que también puede suceder con las livideces verdaderas.  Se observan en cadáveres mantenidos en decúbito supino en la cara y regiones anteriores del cuello y del tórax, especialmente en las muertes repentinas y en las muertes asfícticas.  Muchos autores las interpretan como resultado de las roturas de pequeños vasos cutáneos producidas antes de la muerte, que se hacen más manifiestas después de ésta.  Otros en cambio creen en su origen post mortal, interviniendo en su génesis un componente activo, dinámico, vásculo sanguíneo que moviliza la sangre desde el lecho arterial al venos, encontrando en su desarrollo el obstáculo de la estasis venosa y cardiaca derecha propia de dichas muertes; de esta manera tendrían lugar una intensa dilatación y repleción de la red capilar, que se exteriorizarían en estas livideces en zonas no declives.

Evolución de las livideces cadavéricas

Las livideces se inician bajo la forma de pequeñas manchitas aisladas, que van confluyendo paulatinamente hasta abarcar grandes áreas. 

Las manchas comienzan a presentarse poco después de la muerte.  Cuando el cadáver yace en posición de decúbito supino, hacen su primera aparición en la región posterior del cuello, que por su pequeño espesor, permite su formación rápida.  Las primeras manchas aisladas en esta región pueden verse ya entre 20 y 45 minutos después de la muerte y empiezan a confluir después de 1 hora y 45 minutos.  En el resto del cadáver aparecen de 3 a 5 horas después de la muerte.  Ocupan todo el plano inferior del cadáver a las 10 o 12 horas del fallecimiento. 

Una vez establecidas, no suelen cambiar de forma ni de coloración, con la salvedad a que nos referimos inmediatamente, hasta que se inician los fenómenos putrefactivos, momento en el que las livideces se van invadiendo por el tinte verde oscuro y negruzco propio de éstos.

Simultáneamente con la formación de las livideces, la piel de la región corporal opuesta va palideciendo, tomando el color céreo tan característico de la muerte.  Esto confirma el origen de las livideces y es causa de la desaparición de los fenómenos congestivos cutáneos producidos en vida (exantemas, hipertermias, etc.)

Transposición de las livideces

En el estudio evolutivo de las livideces cadavéricas adquiere gran importancia el fenómeno de la transposición, es decir la posibilidad del transporte o desplazamiento de las manchas de lividez durante cierto tiempo después de su formación.  En efecto, una lividez cadavérica reciente puede hacerse desaparecer comprimiendo fuertemente con el pulgar o con un vidrio resistente en un punto limitado de la superficie, e igualmente cambiando la posición del cadáver.  El resultado de estos dos tipos de maniobra es un nuevo desplazamiento de la sangre hacia los vasos no comprimidos, en el primer caso, o hacia las nuevas regiones declives, en el segundo; se explica así el fenómeno de la transposición apareciendo de nuevo las livideces en el punto declive actual. 

Pero transcurrido un cierto plazo, las citadas maniobras se hacen negativas.  Se ha establecido el proceso de fijación de las livideces, que se hacen permanentes en el lugar donde se formaron. En general, las livideces se fijan al cabo de 10 a 12 horas.

Pero existe también la posibilidad de encontrar en un cadáver livideces en dos planos distintos y aun opuestos.  Ello tiene lugar cuando se cambia la posición del cadáver, habiendo comenzado ya el proceso de fijación de las livideces, sin haberse completado del todo.  En tal caso, las livideces formadas en primer lugar, correspondientes a la posición primitiva del cadáver, palidecen sin llegar a desaparecer del todo, y al mismo tiempo, se forman unas segundas livideces en el nuevo plano declive, que tampoco alcanzarán la total intensidad de su coloración.  Estas dobles livideces constituyen un indicio seguro de que se ha cambiado la posición del cadáver unas 10 o 12 horas después de la muerte y antes de transcurridas 24 horas del fallecimiento.

Diagnóstico diferencial

Importa mucho diferenciar las livideces cadavéricas de las equimosis.  La distinción es muy fácil en los cadáveres recientes; basta practicar una incisión en la región afectada para observar en las equimosis sangre extravasada, coagulada y firmemente adherida a las mallas del tejido, en tanto que en las livideces no hay sangre extravasada, viéndose fluir tan solo un poco de sangre a cortar los capilares.  Si después de este examen, aun persiste alguna duda, se lava la herida dirigiendo un fino filete de agua sobre sus labios, con lo que se arrastra mecánicamente toda la sangre que no se haya coagulado, por lo que cuando se trata de livideces queda completamente limpia, y en cambio, carece de acción sobre la sangre extravasada de las equimosis vitales.

Suele observarse, asimismo, en las equimosis algún relieve y abrasión de la epidermis, su color es muchas veces diferente al de las livideces y su localización no coincide necesariamente con los planos declives.  Por el contrario, las livideces cadavéricas no sobresalen de la piel circundante y asientan siempre (salvo las livideces paradójicas) en las partes declives.

Cuando los cadáveres se hayan en descomposición y los tejidos reblandecidos se hacen permeables al pigmento hemático, resulta casi imposible establecer la diferenciación si se trata de manchas pequeñas, pero siempre puede reconocerse todavía la sangre extravasada si existe en alguna cantidad.

Importancia médico legal

Las livideces cadavéricas tienen una importante aplicación médico legal en los siguientes casos:

  1. Diagnóstico de la muerte cierta: las livideces cadavéricas poseen un gran valor como signo de muerte cuando son extensas,  intenso color y típicamente localizadas; esto solo ocurre 12 a 15 horas después de la muerte.
  2. Determinación de la data de la muerte: el momento de aparición de las livideces, el de adquirir su total extensión y su posibilidad de transporte son otros tantos elementos de juicio de utilidad para este diagnóstico cronológico.
  3. Posición del cadáver: la localización topográfica de las livideces representa un fiel testimonio de la posición en que ha permanecido el cadáver después de la muerte.  Tiene especial importancia la comprobación de que las livideces tienen una localización anormal respecto a la posición  en que se ha encontrado el cadáver, en especial si se encuentran livideces en planos opuestos, indicando una transposición después de 12 horas del fallecimiento, pero anterior a 24 horas de éste.

HIPOSTASIS VISCERALES

La acumulación de sangre en las partes declives de las vísceras recibe el nombre de hipostasis viscerales, manifestándose en los órganos internos los mismos fenómenos que en la superficie cutánea, por lo cual aparecen acumulaciones sanguíneas en las partes declives del hígado, bazo, riñones, pulmones, corazón y cerebro.  En el tubo digestivo, las asas intestinales más bajas con relación al plano de sustentación del cadáver, por ejemplo las que descansan en la pelvis, presentan una lividez intensa que contrasta con la palidez de las que ocupan planos más superiores.

Tiene interés el conocimiento de estas acumulaciones sanguíneas post mortales para no confundirlas con estados patológicos, especialmente los que se traducen por congestiones vitales.  Observando su localización en los puntos declives, la falta de exudado y el aspecto normal de las porciones altas del órgano que se considera, se evitará este error.  Mirando al trasluz las asas intestinales, se advierte una sucesión alternada de partes lívidas y pálidas cuando se trata de un cuadro de hipostasis.  De la misma manera, en el mesenterio y otras membranas serosas se aprecia en seguida la ingurgitación de cada uno de los vasos, que aparecen dilatados por sangre de color muy oscuro, sobre el fondo de la serosa normal, lo que no ocurre en los estados inflamatorios.

RIGIDEZ CADAVÉRICA

Inmediatamente después de la muerte se produce, en las circunstancias ordinarias, un estado de relajación y flacidez de todos los músculos del cuerpo.  Pero al cabo de un cierto tiempo, variable aunque en general breve se inicia un lento proceso de contractura muscular que ha sido denominado rigidez cadavérica (rigor mortis).

Sus características han quedado magistralmente reflejadas en la siguiente definición: “Estado de dureza, de retracción y de tiesura, que sobreviene en los músculos después de la muerte.”  Dicho estado aparece constantemente en los cadáveres, variando solo al instaurarse, que excepcionalmente puede ser muy precoz o muy tardío.  Afecta tanto a la musculatura estriada del aparato locomotor como al miocardio, diafragma y músculos de la fibra lisa.

Evolución

El momento de iniciarse la rigidez es variable según diversas circunstancias.  Por otra parte, los distintos sistemas musculares entran en rigidez en un orden determinado: aparece primero en los músculos de fibra lisa, miocardio y diafragma y es algo más tardía en los músculos estriados esqueléticos.

En el corazón y diafragma se inicia ordinariamente de media hora a 2 horas después de la muerte, lo mismo que en los músculos lisos.

En cuanto a la musculatura estriada esquelética suele iniciarse de las 3 a 6 horas después de la muerte, y aun antes, comenzando de ordinario en los músculos de la mandíbula y orbiculares de los párpados; después afecta la cara y pasa al cuello, invadiendo sucesivamente el tórax, brazos, tronco, y por último las piernas.

Sin embargo, este orden de sucesión es muy variable, dependiendo de la posición del cadáver.  En cadáveres dispuestos experimentalmente en posición declive, con la cabeza a nivel inferior de los pies, se ha logrado un orden ascendente de la rigidez cadavérica, inverso al habitual; esto es, comenzando por las extremidades inferiores, alcanza en último término la cabeza.

La rigidez cadavérica suele ser completa en un período de 8 a 12 horas, alcanza su máxima intensidad a las 24 horas y casi siempre inicia su desaparición a las 36 o 48 horas, siguiendo el mismo orden en que se propagó.

Esta evolución cronológica ofrece variadas excepciones, lo que ha permitido distinguir rigideces precoces, que son completas antes de 3 horas y rigideces tardías que se inician transcurridas más de 7 horas después del fallecimiento.  

Cuando la rigidez cadavérica ya está establecida, las musculaturas de extensión y de flexión aparecen contraídas simultáneamente, neutralizándose sus efectos, aunque con un ligero predominio flexor.  Las masas musculares se hacen extremadamente duras al tacto, y el cuerpo queda como envarado, formando un bloque, lo que permite levantarlo por un extremo como una tabla de madera.  En el hábito exterior se notan los resaltes musculares, como cuando se contraen los músculos en vida.  

La rigidez puede producir ligeras modificaciones de posición: aproximación maxilar (masticatio mortuorum), modificación del semblante, los llamados movimientos de Sommer debidos a una ligera flexión de las extremidades, el cierre de la mano, etc.

Las articulaciones quedan fijadas por la contracción muscular, es necesario por ello, ejercer mucha fuerza para conseguir vencerlas, y aun así, muchas veces no se consigue si no es cambio de producir fracturas.

A este respecto debemos señalar que la posibilidad de vencer la rigidez cadavérica depende del momento de su evolución.  Pueden distinguirse tres fases:

  1. La primera, o fase de instauración, comprende desde que se inicia la rigidez hasta que alcanza su máxima intensidad (entre 3 y 24 horas post mortem); en este período la rigidez puede vencerse aplicando cierta fuerza recuperando los miembros su flacidez, pero al cabo de un cierto tiempo se reinicia el proceso, volviendo los músculos a ponerse rígidos.
  2. En la segunda fase, o período de estado, la rigidez es prácticamente invencible sin producir desgarros o fracturas.
  3. Por último, en la tercera fase, correspondiente a la resolución de la rigidez (a partir de las 36 horas post mortem), si se vence la resistencia muscular, ya no vuelven las masas musculares al estado rígido. 

Rigidez cadavérica y músculos de fibra lisa

Los músculos de fibra lisa también son afectados por la rigidez cadavérica.  Resultado de esta contracción también son ciertos fenómenos, que en ocasiones son mal interpretados:

  1. La rigidez del diafragma provoca la expulsión del aire pulmonar originando oscilaciones de la glotis y como consecuencia, un ruido apagado especial que ha sido denominado “el sonido de la muerte.”
  2. La pupila se dilata inmediatamente después de la muerte, volviendo luego a un estado de contracción como resultado de la contracción del esfínter del iris.
  3. Al entrar en rigidez los arrectores pilorum, se origina a menudo la denominada cutis anserina (piel de gallina) que no debe atribuirse a un proceso vital.  También se produce la retracción del escroto y de los pezones mamarios.
  4. La rigidez cadavérica en las vesículas seminales puede producir la salida al exterior de líquido seminal que ha sido interpretada erróneamente como una eyaculación agónica o incluso postmortal.
  5. La contracción cadavérica del corazón es más intensa en el ventrículo izquierdo que en el derecho.  A esto se debe que el ventrículo izquierdo aparezca vacío de ordinario en el cadáver, ya que aquella contracción expulsa la sangre que pudiera contener; este hecho, unido a una retracción arterial igualmente debida a la rigidez cadavérica de su capa musculosa, da lugar a una progresión sanguínea hacia la periferia vascular.  También se debe a la rigidez  la apariencia contraída del corazón en ciertos casos, que no debe ser atribuida a una muerte en sístole, ya que después de la muerte, siempre hay una relajación del músculo cardiaco.
  6. Finalmente, la rigidez cadavérica afecta también al útero, y aún al útero gestante, lo que ha sido origen en ocasiones, del llamado parto post mortal.

Circunstancias que modifican la rigidez cadavérica

Algunos autores han demostrado que la intensidad de la rigidez depende del estado de conservación o integridad de la musculatura en el momento de la muerte.  Posteriormente Nysten emitió su ley de la rigidez cadavérica, estableciendo que en el momento de iniciarse la rigidez, la intensidad de ésta y su duración son valores que están íntimamente relacionados, de tal modo que, cuando la rigidez comienza precozmente, es de intensidad escasa y de duración limitada, mientras que cuando su comienzo es tardío, la intensidad es notable y su duración prolongada.

De acuerdo con ello, las circunstancias individuales pueden condicionar la marcha de la rigidez, pero hay también unas circunstancias ambientales y relativas a la causa de la muerte que modifican asimismo la evolución cronológica normal de la rigidez cadavérica. 

Todas estas circunstancias pueden dividirse en dos grupos:

Que siguen la Ley de Nysten

Es decir, que mantienen la dependencia expuesta por dicho autor entre el momento de la aparición, la intensidad y la duración de la rigidez:

  1. Edad: los niños y viejos presentan una rigidez precoz, débil y corta.
  2. Desarrollo muscular y estado de nutrición: en los individuos atléticos la rigidez es más tardía e intensa que en los que poseen una musculatura débil o se encuentran en estado hipotrófico.
  3. Cansancio: la rigidez es precoz y débil.
  4. Causas de muerte: en las muertes de causa violenta y en las muertes repentinas, la rigidez es tardía, intensa y duradera.  En cambio, en las muertes consecutivas a enfermedades agudas hipostenizantes, crónicas caquectizantes y que agotan el sistema muscular, la rigidez es precoz, débil y corta.
  5. Anasarca: dificulta la rigidez.
  6. Hemorragias: si son intensas, dan una rigidez precoz, corta y débil.

Que se separan de la Ley de Nysten

  1. Muertes por procesos convulsivantes (tétanos, estricnina): la rigidez es precoz, intensa y duradera.
  2. Otras intoxicaciones (óxido de carbono, arsénico, cloroformo): la rigidez es como en el caso anterior.  En cambio, cuando la intoxicación es debida al hidrato de cloral, cocaína, curare y cicutina se retrasa el momento de la aparición de la rigidez.
  3. Electrocución: la rigidez es precoz, pero intensa.
  4. Lesiones mortales de cerebro y médula: solamente afectan la iniciación de la rigidez, adelantándola.
  5. Muerte por el calor: la rigidez es precoz, intensa y poco duradera.
  6. Muerte por frío: en este caso es precoz, intensa y duradera.
  7. Enfermedades que cursan con parálisis muscular o atrofias: en general., la rigidez en estos casos es tardía, débil, pero duradera.  Sin embargo, existen múltiples excepciones.

Importancia médico-legal

La rigidez cadavérica ofrece un interés práctico en el diagnóstico médico legal, que se concreta de modo especial en los siguientes casos:

  1. Diagnóstico de la muerte real.
  2. Determinación de la data de la muerte.
  3. Reconstrucción de las circunstancias en que se produjo la muerte: diagnóstico de la simulación del suicidio por disparos de arma de fuego.

ESPASMO CADAVÉRICO

Constituye un tipo especial de rigidez cadavérica que se manifiesta de forma instantánea, es decir, sin que tenga lugar la fase de relajación muscular previa, que sigue a la muerte y precede a la instauración de la rigidez ordinaria.  Este carácter es lo que diferencia el espasmo cadavérico de los casos de rigidez precoz, en los cuales, por muy prematuramente que se establezca siempre hay un periodo transitorio de flacidez muscular.  Contrariamente, el espasmo sigue a la última contracción vital, fijando la actitud o postura que tenía el cuerpo en el momento de la muerte.

Existen dos variedades de espasmo cadavérico:

  1. Generalizado: en este caso todo el cuerpo experimenta la rigidez súbita, conservando la posición que tenía.  Se observa de modo particular en los soldados caídos en el campo de batalla, cuyos cadáveres mantienen la actitud en la que los sorprendió la muerte.
  2. Localizado: en esta variante solo resultan interesados por el espasmo cadavérico ciertos grupos musculares aislados.  En la práctica esto se traduce por la conservación de la última expresión de la fisonomía o por la conservación de una actitud o movimiento parcial, lo que en ocasiones es de gran valor en el diagnóstico del suicidio.    

Aunque el espasmo cadavérico sea un fenómeno muy poco frecuente, las observaciones recogidas en la literatura científica permiten comprobar que las condiciones que dan lugar a su producción son casi siempre las mismas lo que justifica que se les asigne un valor etiológico.  Estas condiciones son:

  1. La emoción o extraordinaria tensión nerviosa en que sorprende la muerte.
  2. Una particular causa de muerte.

Entre las causas de muerte que dan lugar al espasmo cadavérico se encuentran las siguientes:

  1. Procesos convulsivantes.
  2. Heridas por arma de fuego que produzcan la muerte repentinamente por lesión de los centros nerviosos superiores o del corazón (más raramente).
  3. Muerte por lesiones espontáneas del sistema nervioso central, y más especialmente, las hemorragias cerebrales cataclísmicas.
  4. La fulguración por la electricidad atmosférica.

Importancia médico-legal

La importancia médico legal de este fenómeno se debe a que su actitud fija la última actitud vital de la víctima, permitiendo de esta manera reconstruir los hechos.  Interesa, sobre todo, el espasmo cadavérico localizado de la mano, que se observa a menudo en los casos de suicidio por disparos de arma de fuego, en que con frecuencia se encuentra el arma firmemente asida por la víctima.

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